Agitada y sudorosa, se despierta en plena noche. Su recuerdo le asalta cada día, mientras duerme. Y mientras está despierta. No puede pensar en otra cosa. Sin poder controlarlo, su cerebro la traiciona. Rememora esa noche una y otra vez, intentando atar los cabos y buscar sentido a esa irresistible atracción, a la tormenta eléctrica que se ha desatado después de conocerlo.
Un gran error. Satisfacer ese deseo que la invade cada vez que lo ve sería un tremendo error. Satisfecha y feliz en su vida. Entonces…Qué pasa.
En su primer encuentro, una noche de fiesta con amigos, desde el primer momento sintió sus ojos fijos sobre ella. Todos sus movimientos observados por él. Una mirada que la atravesaba, hasta lo más profundo de su alma.
No era sólo la atracción física, había algo más. Algo intenso que no conseguía controlar. Una tensión no sólo percibida por ella. Era evidente.
Mira el móvil, Las fotos de la otra noche. De nuevo ese calor. No, no se lo puede permitir, no puede ser que sienta algo así.
Sentir ese deseo por dos personas. ¿Es posible? Su pareja no ha dejado de atraerla, al contrario, cada día siente más deseo por él. Entonces… Incómoda, se agita nerviosa ¿Qué ocurriría si resuelve esa tensión, si le pone fin?
¿Que pasaría si da rienda suelta a ese deseo que la invade, ese deseo de tenerlo cerca, de tocarlo, de que la toque?
Terminaría la tormenta.
O no.