Rhythm 0, la impactante performance de Marina Abramovic donde llevó su cuerpo al límite.


Pensemos en la violencia, la crueldad, el maltrato, ¿Cuál es esa pregunta que nos hacemos constantemente? Tanto en la filosofía, como en la ciencia, o en el Derecho, el interrogante siempre es ¿Por qué? ¿Por qué los seres humanos somos crueles, por qué realizamos determinados actos violentos muchas veces sin sentido o sin aparente motivación.?  Cuestión esta que permanece inexorable e insistente en la mente de las víctimas o familiares de los que han padecido algún ataque o violencia de otra persona

Buscando explicaciones y teorías sobre los actos humanos y sus consecuencias recordé esta perturbadora perfomance de la artista serbia Marina Abramovic.

Llamada a sí misma «madrina del arte de la perfomance» puso  su cuerpo al límite en este obra que se desarrolló en la Galería Morra de Napolés en el año 1974. Tal como relata la autora no quería morir, no era este su interés, sino que buscaba llevar su cuerpo al límite, ver cuan lejos puedes llevar la energía del cuerpo humano.

Para llevarla a cabo, en una de las salas de la galería colocó 72 objetos, algunos de ellos que podrían infligir un daño mortal. Una rosa, uvas, un látigo, un libro, unos zapatos, vino, pan, un abrigo, un sombrero, una barra de metal, una pistola y una bala… Durante seis horas ella sería el objeto, el ente inanimado que permanecería frente a la mesa, dejándose hacer, llegando incluso a eximir la responsabilidad de cualquiera en un documento firmado por ella misma, declarándose responsable de todo lo que pudiera ocurrir durante esas horas.

La idea de Marina era dejar que fuera el público el que tomara las riendas, siendo la artista el elemento pasivo de la performance, y asumiendo además todas las consecuencias. Al principio los asistentes fueron tímidos, vacilantes, le dieron la rosa, la besaron, la miraban. 

Pero poco a poco se empezó a tornar salvaje. Cortaron su cuello y bebieron de la sangre que brotaba. La cargaron por el salón y la pusieron en la mesa con el cuchillo entre las piernas. Entonces alguien cogió la pistola y se la puso en la mano a ver si apretaba ella el gatillo. En palabras de la artista, el dueño de la galería en ese momento entró en la sala y enloqueció, tirando el arma por la ventana. Con las tijeras cortaron su ropa y le clavaron las espinas de la rosa por el cuerpo.

Al transcurrir las seis horas y terminar la performance, Marina comenzó a moverse, volviendo a ser ella misma, dejando de ser el objeto receptor del libre albedrío de los asistentes. Estos empezaron a correr,  evitando el contacto físico y visual con la artista, siendo incapaces de enfrentarse a ella como persona.

Marina puso aquí en evidencia conceptos tan relevantes en la sociedad como la crueldad, la empatía, la libertad, el libre albedrío o la compasión.  Como seres humanos gozamos del libre albedrío, esa capacidad de tomar decisiones autónomas, elegir entre varias opciones y «asumir» la responsabilidad de sus consecuencias. Un concepto complejo, no exento de polémicas y objeto de estudio constante por científicos (el neurocientífico Robert Sapolsky afirma que es un espejismo mental), filósofos (Aristóteles defiende que el libre albedrío es movido por sí mismo),  religiosos (San Agustín, Martín Lutero y Juan Calvino nos hablan de la gracia divina y el pecado original. )

Pero, ¿Qué ocurre cuando se nos da la posibilidad de hacer lo que queramos,  incluso de hacer daño a otro, sin tener que asumir ninguna responsabilidad.  Marina asume todas las consecuencias, sin inmutarse y sin confrontarse. En esta ocasión aunque el público no reaccionó así inicialmente, al ver que se abría un mundo de posibilidades y de experimentación optó por infringir daño, dolor, llegando incluso ponerla en una situación límite al pretender que ella disparase la pistola.

Entonces, ¿Qué mueve a aquellos que infringen dolor, maltratan o causan daño a otro, sabiendo que en la vida en sociedad SÍ que hay un responsabilidad, tanto social como jurídica? El moverse en el filo de la justicia, la propia satisfacción personal y esa predisposición de los seres humanos a la crueldad es lo que lleva a cuestionarnos la naturaleza humana.

Por supuesto no he encontrado respuesta a mis preguntas, pero sí he descubierto toda una serie de estudios y corrientes súper interesantes (algunas retorcidas) sobre este tema, y por supuesto he revisitado la obra de esta gran artista (para mí), que nunca ha estado exenta de polémica, tanto por sus performances como por su personalidad.

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