Un día menos de clase para, por fin, terminar este curso. El suplicio diario con sus compañeros aviva el deseo de que termine el trimestre y así poder disfrutar del ansiado y feliz verano.
Su mejor amiga,la única que tiene en esta clase, está enferma. Lleva una semana sin venir, de nuevo toca soportar sola los insultos y desprecios. Únicamente en el tiempo de patio podrá encontrarse con amigas de otras aulas y volver a ser persona.
El bullying no siempre tuvo nombre. Antes era cosa de niños. La excusa para una forma de violencia.
La última asignatura del día, en cuarenta minutos podrá salir de allí, de su particular infierno, subir al bus, llegar a casa. Allí está a salvo, en su refugio, con su familia, sus libros, sus discos, pudiendo estudiar tranquila. Qué ganas.
Pero no se lo van a poner fácil. Sin motivo aparente, un clic en uno de sus acosadores abre la veda y comienza el que será uno de los peores días de su vida.
Ella es una niña normal, a sus quince años es tímida, sensible, una niña más. Como se repite a si misma, no hace daño a nadie, no molesta, quiere pasar desapercibida. Pero no le dejan.
Lleva soportando desde los cuatro años el acoso de un grupito de compañeros, todos chicos, que se encargan día a día de hundirla y humillarla. Empieza el día en clase con fea, y termina el día con fea.
Las clases en este curso son de cuarenta alumnos, es fácil que cuando el profesor se levanta a pasear por el aula no pueda ver todo lo que ocurre. Es el momento perfecto para que los acosadores saquen la artillería. En un rápido movimiento se intercambian los sitios para que el cabecilla pueda estar más cerca de ella. Empieza la pesadilla.
El sudor corre por su frente, la respiración se le acelera, siente palpitar su corazón en las aienes. No, no, por qué, no puede estar pasando esto, que alguien me saque de aquí. Piensa, piensa rápido, ellos están metidos de lleno en su bombardeo, ¿Te has mirado al espejo esta mañana, se ha roto? ¿Con esa cara puedes ligar?¿Eres virgen? ¿Por qué eres tan fea?
No sabe cómo reaccionar, como actuar, encajonada en el pupitre, sin margen de movimientos, sin aliados, los compañeros de su alrededor observan el espectáculo. Se ríe, sólo es capaz de reír, no tiene gracia pero qué puede hacer. Sola. Rodeada por sus acosadores. Literalmente.
Su rutina diaria en el colegio es «intentar» estudiar, quiere sacar buenas notas, sueña con ser periodista, pero por algún motivo siempre coincide en clase con ellos. Desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde escucha la misma retahíla, sólo interrumpida por los veinte minutos de patio: Fea, fea, fea. Se lo acaba creyendo.
La clase se hace interminable, ¿Qué demonios hace este profesor, por qué no se entera de este tormento?. Socorro. ¿Cómo puedes vivir siendo tan fea? ¿Te quieres suicidar por ser tan fea? Escucha en silencio, cada insulto se le clava en el corazón, en el alma. No puede responder, no le salen las palabras, ni siquiera las lágrimas, no le sale nada, sólo quiere desaparecer.
Termina la clase. No se lo puede creer. Por fin. Revienta, sin poder evitarlo las lágrimas recorren su rostro, como si nunca hubiera llorado, como si no hubiera un mañana. Recoge sus cosas y sale de la clase. Enfila el pasillo y corre. Corre sin parar, sin volver la vista atrás, no quiere ni mirar.
Sólo escapar.