Nota: 7/ 10 Lo mejor: La constante intriga y desazón al ver que se nos oculta algo. Lo peor: Momentos en que se hace poco creíble una investigación tan chapucera. Vamos a removernos en el sillón más de lo que esperamos (y deseamos) con el visionado de esta peli. Y No sólo por todos los elementos del suspense del que bebe por todos los poros, ni por la prometida intriga, constante en casi cada minuto del metraje de este drama judicial, si no porque nos va a meter en el cuerpo una gran duda moral: buscar y aceptar la incómoda verdad o creer la cómoda mentira que salvaría nuestra «conciencia». Y es que ya desde el principio vemos que nuestro protagonista es «perfecto», o más bien es lo que nos hacen ver… Porque a medida que vamos avanzando descubrimos que este marido perfecto no lo es tanto, o no lo era tanto, pero esto es algo que iremos descubriendo, no nos queda más que esperar a que nuestras preguntas se vayan resolviendo muy poco a poco, poniendo a prueba nuestra paciencia. Sabemos que algo no cuadra, algo nos chirria y algo se está escondiendo, pero no podemos terminar de ver lo turbio o no de la conducta de nuestro impecable jurado número dos. Se nos plantea de forma clara y casi «de libro» unos hechos con unos parámetros sencillos: pareja que discute en un bar, una noche de tormenta, hombre que grita a la mujer, testigos que presencian como ella se marcha andando bajo la lluvia, él en su coche en la misma dirección. La aparición del cadáver de ella junto a un río, y una investigación policial más bien escasa que pasa por encima los detalles del supuesto crimen es toda la información de la que un jurado dispone para emitir un veredicto «justo». Porque, cito textual: «la justicia no es perfecta, pero es la que tenemos». El caso perfecto para apurar con rapidez, apurar la investigación y conseguir un veredicto de culpabilidad para orgullo de la carrera política de una fiscal que, aunque sospecha que no todo es lo que parece, no quiere pararse a mirar con detenimiento las pruebas ante la presión de un fracaso electoral. Todo encaja perfectamente, el malote que asesina a su chica por despecho en lo que parece un escenario perfecto. Pero no. Está vez no os voy a destripar la película porque es realmente emocionante ir viendo el desenlace. Pero nos va a plantear un término usado en psicología muy interesante, que es el sesgo de confirmación. Los sesgos cognitivos son mentiras que nuestro cerebro asume como ciertas y nos impiden ver la realidad de una forma objetiva. Una respuesta de nuestro cerebro a una verdad que no queremos asumir porque no está dentro de nuestros parámetro adquiridos, así que, ¿Para qué esforzarse la policía en buscar pistas, o un jurado razonar un veredicto si la verdad más cómoda es la que nuestro cerebro ve como más lógica? Es más asumible que un chico malo mate a su chica en una noche de borrachera que invertir tiempo y esfuerzo en intentar descubrir la verdad. Porque esa verdad puede ser incómoda, porque esa verdad nos puede abrir los ojos a que no todo es lo que parece, a que a veces el malo no lo es tanto, o que el bueno tampoco es tan bueno. Qué incómodo podría ser para muchos saber que el chico bueno al que tenemos por santo resulta ser un criminal, o que el chico malo del que nos apartamos cruzando la calle si nos lo cruzamos es un pedazo de pan. Como cambiaría nuestra perspectiva, ¿verdad? Gracias por leerme xxx
ESAS MOVIDAS DE LAS QUE NO QUEREMOS HABLAR. PARTE UNO.
Hoy es 15 de octubre, Día Internacional de la muerte gestacional, perinatal y de la primera infancia. Y llegado este punto muchos habréis dejado de leer, ya ver estas palabras juntas en una frase nos causa un gran rechazo,… por algo no nos gusta hablar de ello. La muerte nos causa rechazo, y si hablamos de la muerte de un bebé, de un niño, demasiado impacto. Pero por mucho que duela a veces pasa, a veces hay que soltarlo y hay que hablar de ello. Porque necesitamos contarlo y escucharlo. Porque tenemos que saber que el amor no tiene medida. Y no importa que hayas perdido un bebé, que hayas tenido un aborto de pocos meses, o un niño más mayor… Este día recuerda el dolor y el duelo que pasa por la pérdida de esa parte de nosotros que a veces no llegamos ni a sentir en nuestra piel. Y es que sin darnos cuenta en ocasiones minimizamos el dolor de otras personas por el hecho de que a lo mejor «sólo» llevaba unos pocos meses de embarazo, o nace sin vida y no llegas ni a oir latir su corazón. El dolor no tiene edad ni tamaño. Yo estaba feliz, súper feliz, un bebé buscadísimo, una tremenda ilusión de futura mamá primeriza, la ropa premamá, las chaquetitas y los patucos que con tanto amor hacían mi madre y mi suegra, preparar la habitación para esa llegada… Un momento en el que deseaba tanto ejercer de madre, entregar amor incondicional a un pequeño ser que entraría en nuestras vidas y nosotros con las manos y el corazón abierto. Dos meses de embarazo, emoción, ilusión, tantas ganas de ser mamá… Llena de emoción, de fantasías, de amor al fin y al cabo. Sentada como cada día en mi despacho, un día más de trabajo. Y de repente sentir que algo ha pasado. Algo malo. Muy malo. Sangre. Mucha sangre. Y la incertidumbre. No es nada, tranquila. Suele pasar. Y entonces la vorágine, el caos. La locura que me envolvió y me tragó durante tres días en los que el mundo se dio la vuelta. De médico en médico, de sala de urgencias en sala de urgencias. Dando vueltas como un paquete. Sí, eso es lo peor de ser embarazada primeriza, te reducen al valor de algo que lleva un bebé dentro y para la que todo es una paranoia. Pero hoy no lo es. Hoy no estoy paranoica. Se está yendo, se va de mí, lo estoy perdiendo. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Camas de hospital, pijama de hospital, ecografías, pruebas. Se va, se va, lo pierdo, de forma inexorable. Ni siquiera me sale un llanto, sólo me puedo enfadar. Enfadarme conmigo misma, algo habré hecho mal, con el sistema, por menearme de un lado a otro mientras esa vida se va de mí. Y me enfado porque hace unas horas tenía un ser en mi interior y ahora se está yendo. Y nada lo puede cambiar. Cuando todo termina llega el vacío, el silencio, las miradas tristes. Y todo lo que hacía hasta esa mañana pierde sentido. El ácido fólico, los libros de maternidad, el diario de embarazo, las citas médicas, la ropita que está en el armario. Todo se esfuma como si ese «tú» no hubiera existido. Y pasa el tiempo sí, y estaba de poco tiempo, sí. Pero no importa, el tiempo sólo suaviza tus emociones, pero no lo olvidas. Ni nunca lo olvidarás. Nunca olvidaremos. Y en este día cada año nos acordaremos de todxs los que hemos pasado por ello. El amor no se mide en tamaño. Ni en tiempo. Simplemente no se mide. Sólo es amor. Nunca te olvidaré. xxxxxxxxx
Rhythm 0, la impactante performance de Marina Abramovic donde llevó su cuerpo al límite.
Pensemos en la violencia, la crueldad, el maltrato, ¿Cuál es esa pregunta que nos hacemos constantemente? Tanto en la filosofía, como en la ciencia, o en el Derecho, el interrogante siempre es ¿Por qué? ¿Por qué los seres humanos somos crueles, por qué realizamos determinados actos violentos muchas veces sin sentido o sin aparente motivación.? Cuestión esta que permanece inexorable e insistente en la mente de las víctimas o familiares de los que han padecido algún ataque o violencia de otra persona Buscando explicaciones y teorías sobre los actos humanos y sus consecuencias recordé esta perturbadora perfomance de la artista serbia Marina Abramovic. Llamada a sí misma «madrina del arte de la perfomance» puso su cuerpo al límite en este obra que se desarrolló en la Galería Morra de Napolés en el año 1974. Tal como relata la autora no quería morir, no era este su interés, sino que buscaba llevar su cuerpo al límite, ver cuan lejos puedes llevar la energía del cuerpo humano. Para llevarla a cabo, en una de las salas de la galería colocó 72 objetos, algunos de ellos que podrían infligir un daño mortal. Una rosa, uvas, un látigo, un libro, unos zapatos, vino, pan, un abrigo, un sombrero, una barra de metal, una pistola y una bala… Durante seis horas ella sería el objeto, el ente inanimado que permanecería frente a la mesa, dejándose hacer, llegando incluso a eximir la responsabilidad de cualquiera en un documento firmado por ella misma, declarándose responsable de todo lo que pudiera ocurrir durante esas horas. La idea de Marina era dejar que fuera el público el que tomara las riendas, siendo la artista el elemento pasivo de la performance, y asumiendo además todas las consecuencias. Al principio los asistentes fueron tímidos, vacilantes, le dieron la rosa, la besaron, la miraban. Pero poco a poco se empezó a tornar salvaje. Cortaron su cuello y bebieron de la sangre que brotaba. La cargaron por el salón y la pusieron en la mesa con el cuchillo entre las piernas. Entonces alguien cogió la pistola y se la puso en la mano a ver si apretaba ella el gatillo. En palabras de la artista, el dueño de la galería en ese momento entró en la sala y enloqueció, tirando el arma por la ventana. Con las tijeras cortaron su ropa y le clavaron las espinas de la rosa por el cuerpo. Al transcurrir las seis horas y terminar la performance, Marina comenzó a moverse, volviendo a ser ella misma, dejando de ser el objeto receptor del libre albedrío de los asistentes. Estos empezaron a correr, evitando el contacto físico y visual con la artista, siendo incapaces de enfrentarse a ella como persona. Marina puso aquí en evidencia conceptos tan relevantes en la sociedad como la crueldad, la empatía, la libertad, el libre albedrío o la compasión. Como seres humanos gozamos del libre albedrío, esa capacidad de tomar decisiones autónomas, elegir entre varias opciones y «asumir» la responsabilidad de sus consecuencias. Un concepto complejo, no exento de polémicas y objeto de estudio constante por científicos (el neurocientífico Robert Sapolsky afirma que es un espejismo mental), filósofos (Aristóteles defiende que el libre albedrío es movido por sí mismo), religiosos (San Agustín, Martín Lutero y Juan Calvino nos hablan de la gracia divina y el pecado original. ) Pero, ¿Qué ocurre cuando se nos da la posibilidad de hacer lo que queramos, incluso de hacer daño a otro, sin tener que asumir ninguna responsabilidad. Marina asume todas las consecuencias, sin inmutarse y sin confrontarse. En esta ocasión aunque el público no reaccionó así inicialmente, al ver que se abría un mundo de posibilidades y de experimentación optó por infringir daño, dolor, llegando incluso ponerla en una situación límite al pretender que ella disparase la pistola. Entonces, ¿Qué mueve a aquellos que infringen dolor, maltratan o causan daño a otro, sabiendo que en la vida en sociedad SÍ que hay un responsabilidad, tanto social como jurídica? El moverse en el filo de la justicia, la propia satisfacción personal y esa predisposición de los seres humanos a la crueldad es lo que lleva a cuestionarnos la naturaleza humana. Por supuesto no he encontrado respuesta a mis preguntas, pero sí he descubierto toda una serie de estudios y corrientes súper interesantes (algunas retorcidas) sobre este tema, y por supuesto he revisitado la obra de esta gran artista (para mí), que nunca ha estado exenta de polémica, tanto por sus performances como por su personalidad. xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
PSICOSIS
*Spoliers muchos A ver, sí, diréis… qué vas a escribir de una peli como Psicosis, más que analizada, comentada y criticada. Peroooo. Voy a decir la verdad. Tengo una colección de pelis de Hitckock, La Ventana Indiscreta es mi peli favorita de suspense de la infancia, pero Psicosis… nunca la había visto 💀. Es lo que suele pasar cuando se machaca en exceso con una peli o libro, las escenas más icónicas se usan una y otra vez en otras pelis, series… y acabas pensando que la peli es sólo la escena de la ducha y la madre es él… Además el hecho de poder verla en pantalla de cine en un teatro y presentada por Paco Plaza (Rec, Verónica…), me ha aportado un extra de emoción a la experiencia. Este ciclo de cine clásico en el Teatro Colón pretende poder ver películas inolvidables en 35 mm, tal y como se proyectaban en los cines en esos momentos (Al final de la escapada ya pude disfrutarla así hace un par de meses), pero hoy el proyector decide no emitir sonido, así que hay que verla en digital pero proyectada igualmente en la pantalla grande del teatro. Estar en el teatro viendo Psicosis en VOS en una pantalla de cine de principio ya es un subidón, pero claro mis expectativas eran «bajas» en el sentido de mi percepción de la peli a través de las típicas escenas que se han visto mil veces. Así que fui «virginal», creyendo que no iba a ver nada demasiado excitante. Pero que equivocada estaba. No sólo porque la historia es mucho más de lo que creía, no, es que Hitchock nos lleva de la mano a descubrir nuestro lado más oscuro, nos hace sentir que estamos en la piel de Norman Bates, entramos en su cerebro, lo acompañamos en sus crímenes, hasta el punto de que nos encontramos deseando oscuramente que el coche de Marion se hunda definitivamente en el río. Ya desde el principio nos engaña, utiliza artimañanas para hacernos creer que presenciamos una historia de amor infiel, convertida en una trepidante trama sobre un robo encabezado por la hipnotizante Janet Leigh, para finalmente sumergirnos en la oscura mente de Norman Bates. Ese sombrío hostal en el que siempre hay habitaciones libres, esa imponente casa que a primera vista parece lejana, pero luego somos conscientes de que no lo está, ese Norman atractivo y seductor, la hermosa mujer que pretende robar a su jefe, huyendo a un destino desconocido. Todo nos va envolviendo en el universo Hictckock, un lugar donde nada es lo que parece, y donde cuando menos te lo esperas llegará un susto, que aunque pienses que estás preparado, no, no lo estarás. Y tendrás que agarrar a tu compañera de asiento, pensando, ¿Cómo es posible que a estas alturas me de un susto la supuesta Señora Bates?. Poco más que decir, de visionado obligado para cualquier amante del cine, y a poder ser sin saber nada de la historia, tal y como me pasó a mí, lo que me hizo disfrutar y asustarme como hacía tiempo que no me pasaba. Conclusión: A veces tenemos un concepto o prejuicio sobre determinadas pelis a las que se les ha manido mucho algunas escenas, y ya creemos que no hay más que rascar. La escena de la ducha de Psicosis es de las que más hemos visto en otras pelis, series, libros… pero es mucho más aterradora cuando la ves en su contexto, y la película en general lo es mucho más porque terminas pensando » A Norman Bates no le importa el dinero, ni la vida, no tiene nada que perder.» Y a quien no tiene nada que perder no le importa las consecuencias de sus actos, por muy malvados que sean. xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
MATERNIDAD
Maternidad. Por dónde empezar. Nunca tuve instinto maternal. Ya sabía que tener niños suponía mucho sacrificar; en primer lugar tu cuerpo que no sabes si volverá a ser igual o por lo menos que no te vaya a quedar peor, Y sacrificar todas esas cosas que sabes que no harás después de ser madre. Y si a este sacrificio y esfuerzo ya inicial le sumamos la presión de las redes sociales y las supermamás, tenemos un cóctel llenito de autoexigencias e inseguridades. Supermamás por las que no se ve rastro de embarazo, de haber tenido un bebé nueve meses en su cuerpo. Ni rastro de peso de más, grasa en lugares donde no sabías que podía haber, o estrías en sitios insospechados. Su cuerpo es un templo. El mío debe ser un after. Después de diez años ya de mi segundo hijo sigo con mi grasa en lugares extraños, mi barriga, y estrías en lugares inhóspitos. Pero lo peor de todo es que joder hago deporte. Deporte que antes no hacía porque no lo necesitaba. Podíamos comer comida basura, pasarnos la tarde viendo pelis y comiendo mierdas que no nos hacía falta el ejercicio. Todo estaba en su sitio. Y que me decís de esa piel brillante y perfecta, con el bronceado justo aunque estemos en diciembre. En pleno invierno lo normal es tener una colección de bikinis de todos los colores a mano para lucir tipo en el espejo de la habitación. Pero claro lo mio es tener dos bikinis del mismo modelo en distinto color que son aquellos que encontré un día en El corte inglés y que por lo menos me disimulan la barriga. Pero esto no es todo no. A esta peña le da tiempo a levantar a los niños de la cama a las 6, preparar un desayuno completo con huevos, cereales, fruta…Nada que ver con levantarte media hora antes de la entrada al cole, desayunar casi de pie, y correr por la casa en bragas gritando que no llegamos. Pura adrenalina maternal.
Golpe de realidad
El golpe, la bofetada, el ostiazo… Cuántas formas tenemos de nombrar ese momento en el que te caes de tu nube particular y aterrizas en el a veces terrible mundo real. Porque sí, a todos nos pasas que en alguna ocasión (en mi caso unas tres veces al año), estás en esa fantasía de «bueno, parece que todo marcha bien». Tengo un trabajo que me gusta más o menos, he llegado viva a fin de mes, con los hombres bien, gracias. Pero, de repente, ¡oh, sorpresa!, te pegas un tortazo con quien menos te lo esperas. Entonces, ¿Cómo prevenirte ante el golpe de realidad? Primero. Permanece siempre alerta. Sí, sí, es una asco pero es así. No se puede bajar la guardia. El otro día tuve una cena super pija, cena de gala del trabajo, todos sobrios y estupendos, aquí no rompemos un plato. Hasta que llegaron los cubatas. Desmadre total. Y aquí tuve mi fallo, bajé la guardia. Durante la cena estuve charlando con un tío muy majo que había venido con mi amiga. Ella está loca por él, aunque no se atreve a romper su pareja»por si acaso». Nos sentamos juntos y yo empecé a sentirme a gusto, no hablamos de trabajo, era algo como muy fluido, muy natural y la verdad me estaba cayendo bien. No sé por qué, pero al final nos quedamos solos en la mesa, mientras los demás se iban marchando nosotros seguíamos allí con nuestra copa echando unas risas. Y llegó el momento de marchar. Salimos fuera, y así de improviso me intenta entrar. Le digo que no y en un abrir de cerrar de ojos ya me ha pedido un taxi, me manda subir (¡!) y me da cincuenta euros. ¿Qué? Segundo. Si bajaste la guardia, reacción rápida. Te intenta entrar, tú no quieres, haces una cobra veloz. Te mete en el taxi y te da el dinero, se lo tiras a la cara y te bajas pitando. Tercero. El día siguiente, no respondas preguntas. Pero no digo esto porque te vaya a dar palo ni nada de eso. No. Tienes que estar preparada para no llevarte sorpresas. Me llama mi amiga (la que anda como loca detrás de él) a las nueve para decirme si estoy bien. – Sí, en casa intentando dormir después de llegar a casa a las seis. – Es que me llamó X y me dijo que os fuisteis a su casa. ¿Pasó algo entre vosotros? Él dice que le gustas, ¿Y él a ti?. Te dije que me gusta a mí. Algún día dejaré mi pareja y me iré con él. ¿Y ahora qué? Cara de póquer delante del teléfono. Dos golpes de realidad en uno. xx
Persuasión (La)
No está segura de qué nombre dar a lo que él hace. Consigue todo lo que quiere de ella. Es la fuerza irresistible de sus palabras. Nunca le ha puesto la mano encima. No es necesario. Esa necesidad, esa atracción, sólo con que le mencione la posibilidad de dejarla. No le entra en la cabeza estar sin él. Eso sí, ella tiene que acatar sus normas. Muchas. Demasiado sexy con el pelo suelto, ponte una trenza. Esa falda es demasiado corta, vete a cambiarte. No hables con nadie en clase. No le cuentes a nadie nada de lo que te digo. Cuando va a un sitio sin él tiene que enviarle una foto, esté donde esté, por la mañana, tarde o noche. Él Puede ver todo lo que hay en su móvil, puede localizarla en cualquier momento, maneja sus contraseñas y su correo. Y si no está donde dice… Puede llamar a su madre, mentir, decir que está metida en líos. Y entonces sus padres le echarían la bronca. Para una chica de quince años esto es un problema. Su padre trabaja en la construcción, nunca lo ve hasta la hora de cenar. Su madre limpia oficinas por la mañana, y el resto del día está muy ocupada también con su hermano pequeño, sólo tiene diez años. No quiere preocuparla con más cosas. Sabe lo que tiene que hacer para que él esté tranquilo. Y ella le quiere, al fin y al cabo la cuida, la protege, le cuenta sus problemas en clase y él la escucha. Sólo necesita eso. El día que le conoció se enamoró perdidamente. Un chico mayor, tan atractivo, tan sexy. Todo el mundo lo dice, no sólo ella. Tenía que conseguirlo. Se puso un propósito. Él iba a trabajar cerca de su instituto, así que procuraba coincidir casi siempre a la salida de clase, y poco a poco él se fue fijando en ella. El día que la habló y le preguntó su nombre casi se desmaya. Y empezaron a quedar. Se colgó todavía más. Se escribían según se despertaba. Sólo paraban cuando estaba en clase. El resto del día tenían en que estar en continuo contacto. Él da las órdenes y ella las cumple. Una parte de ella sabe que esto no está bien. Pero cómo salir. Cómo huir de (la) persuasión
La pxta frustración
Estar de guardia como abogada de oficio se parece mucho a salir de fiesta. Solo que en lo malo. Cuando terminas la guardia te queda una especie de resaca, la sensación de vacío existencial, como si no pertenecieras a ningún sitio. Se te confunden los días y las horas, estar pendiente las veinticuatro horas del móvil, el tener que atender llamadas a cualquier hora del día. Salir de madrugada, con las calles vacías para ir al calabozo, o a la comisaría o al cuartelillo. Estás inmersa al cien por cien en tu guardia, en atender a los detenidos y, cuando te toca, a las víctimas, en concreto a las de violencia de género. Cuando atiendes a víctimas, siempre eres tú y ellas, consigues establecer un lazo de confianza. Porque ellas son un mar de dudas, de confusión, de temor, y necesitan de tu empatía. Confianza y empatía. Debería ser nuestro lema. Aunque sea la primera vez que las ves, llegas a ese punto en el que en un par de horas consigues conocer lo máximo de su historia. A veces consigues que te cuenten mucho, a veces poco. Algunas historias son muy duras, otras parecen más «ligeras», pero esto sólo en apariencia. Y entonces, en algunas ocasiones, te toca lidiar con la putx frustración. Si, me puede frustrar cuando un juez no toma la decisión que yo pido, o cuando considero que la decisión que adopta es injusta. Y así se lo hecho saber a algún juez. Pero cuando ellas se echan atrás, cuando quieren renunciar a seguir adelante, cuando después de denunciar, de pasar horas en comisaría, entonces llegan al juzgado y ya no quieren declarar, o quieren retirarse de la acusación… Esa es para mí la mayor frustración. ¿Y por qué frustración? Porque tengo que respetar esa decisión. Porque tengo que apoyar a esa mujer, aunque para mí esa opción sea el mayor error. Porque una gran parte de mi trabajo consiste en entenderlas y apoyarlas. Mujeres que han venido con golpes en su cuerpo, con informes forenses clarísimos y contundentes. Pero no quieren seguir, se quieren echar atrás. Esa es mi mayor putx frustración.
Adrenalina
Siente sus sienes palpitar, las piernas colgando a escasos centímetros del suelo. Consigue encaramarse al muro con dificultad. Esto sólo acrecienta sus ansias de consumar sus intenciones, el muro es más alto de lo habitual, así que espera encontrar un botín ahí dentro. Pero no lo quiere hacer sólo por eso. No. También quiere la adrenalina. Y la venganza. Vengarse de ese juez. Del que lo metió en chirona. Casi diez años. Casi diez años entre rejas. Se dice pronto. Pero pasan lentos, muy lentos. No roba por necesidad, no. Lo que roba muchas veces ni siquiera tiene un valor destacable. Nunca encontró algo que estimulara su cerebro. Nada que calmase sus ganas de arriesgar. Estar en el filo del abismo, a punto de caer, saliendo del peligro en el último minuto, Eso es lo que quería. Adrenalina. En vena. Entonces empezó con las drogas. Necesitaba probar cosas nuevas Ahí empezó la caída en picado. Buscando las drogas más duras. Se movía por los peores ambientes, pisos de la droga, cuerpos amontonados buscando la dosis. Jeringas, crack, sobredosis, coca adulterada. Viviendo al límite. Al filo del abismo. Pero se terminó cansando. Tenía que encontrar algo más intenso, un subidón en el que estuviese más consciente. Y empezó a robar. Que sensación. Buscar a la víctima, preparar el golpe. Escalar los muros, romper ventanas. El riesgo de que te pillen. Adrenalina. En vena.
Extenuación
Agotado, vacío, exhausto. Una vez liberada la ira, ya sin nada dentro, poco tiene para dar u ofrecer. Siempre pasa así. Ella. Ella y sólo ella. Ella es su vida, su obsesión. Cada día la desea, cada día necesita más su cercanía, su presencia. Y en esa misma medida que la necesita ella puede prender la mecha. Ese fino hilo que separa la tranquilidad de la tempestad. Entonces llega la furia. Siente ese inconfundible calor que le invade y que recorre su cuerpo, pierde la noción del tiempo, y su cerebro entra en un bucle. Ya ha perdido el control. Pero no del todo. Sabe hasta donde tiene que llegar, donde tiene su límite. Tiempo atrás sólo le gritaba, le llamaba la atención, un «toque» como le gustaba decir. Pero de pronto dejó de ser suficiente. Aquella vez que descubrió que hablaba con otro hombre por el móvil, un amigo decía, pensó que se volvía loco, no se lo pensaba permitir. Empezó a gritarle fuera de sí, el calor recorría su cuerpo a toda velocidad. Le arrebató el móvil de las manos y se lo llevó a la boca. Lo mordió con furia hasta conseguir destrozarlo. Después la agarró de los pelos y la fue arrastrando por el pasillo hasta encerrarla en la habitación. No iba a consentir eso. Juguetea con el pitillo entre sus dedos, el humo disipándose a su alrededor. La oye sollozar en la habitación contigua. ¿Cuándo se piensa callar? Se siente tentado a empezar de nuevo, pero no le quedan fuerzas. De un momento a otro ella se cansará y se quedará dormida, siempre es así. Mañana, antes de salir, maquillará las marcas que ha dejado en su cara, cubrirá como tantas otras veces los moratones repartidos por su cuerpo. Y por supuesto no dirá nada. Así tiene que ser. Extenuado.