Agotado, vacío, exhausto. Una vez liberada la ira, ya sin nada dentro, poco tiene para dar u ofrecer. Siempre pasa así. Ella. Ella y sólo ella. Ella es su vida, su obsesión. Cada día la desea, cada día necesita más su cercanía, su presencia. Y en esa misma medida que la necesita ella puede prender la mecha. Ese fino hilo que separa la tranquilidad de la tempestad. Entonces llega la furia. Siente ese inconfundible calor que le invade y que recorre su cuerpo, pierde la noción del tiempo, y su cerebro entra en un bucle. Ya ha perdido el control. Pero no del todo. Sabe hasta donde tiene que llegar, donde tiene su límite. Tiempo atrás sólo le gritaba, le llamaba la atención, un «toque» como le gustaba decir. Pero de pronto dejó de ser suficiente. Aquella vez que descubrió que hablaba con otro hombre por el móvil, un amigo decía, pensó que se volvía loco, no se lo pensaba permitir. Empezó a gritarle fuera de sí, el calor recorría su cuerpo a toda velocidad. Le arrebató el móvil de las manos y se lo llevó a la boca. Lo mordió con furia hasta conseguir destrozarlo. Después la agarró de los pelos y la fue arrastrando por el pasillo hasta encerrarla en la habitación. No iba a consentir eso. Juguetea con el pitillo entre sus dedos, el humo disipándose a su alrededor. La oye sollozar en la habitación contigua. ¿Cuándo se piensa callar? Se siente tentado a empezar de nuevo, pero no le quedan fuerzas. De un momento a otro ella se cansará y se quedará dormida, siempre es así. Mañana, antes de salir, maquillará las marcas que ha dejado en su cara, cubrirá como tantas otras veces los moratones repartidos por su cuerpo. Y por supuesto no dirá nada. Así tiene que ser. Extenuado.
Tormenta eléctrica
Agitada y sudorosa, se despierta en plena noche. Su recuerdo le asalta cada día, mientras duerme. Y mientras está despierta. No puede pensar en otra cosa. Sin poder controlarlo, su cerebro la traiciona. Rememora esa noche una y otra vez, intentando atar los cabos y buscar sentido a esa irresistible atracción, a la tormenta eléctrica que se ha desatado después de conocerlo. Un gran error. Satisfacer ese deseo que la invade cada vez que lo ve sería un tremendo error. Satisfecha y feliz en su vida. Entonces…Qué pasa. En su primer encuentro, una noche de fiesta con amigos, desde el primer momento sintió sus ojos fijos sobre ella. Todos sus movimientos observados por él. Una mirada que la atravesaba, hasta lo más profundo de su alma. No era sólo la atracción física, había algo más. Algo intenso que no conseguía controlar. Una tensión no sólo percibida por ella. Era evidente. Mira el móvil, Las fotos de la otra noche. De nuevo ese calor. No, no se lo puede permitir, no puede ser que sienta algo así. Sentir ese deseo por dos personas. ¿Es posible? Su pareja no ha dejado de atraerla, al contrario, cada día siente más deseo por él. Entonces… Incómoda, se agita nerviosa ¿Qué ocurriría si resuelve esa tensión, si le pone fin? ¿Que pasaría si da rienda suelta a ese deseo que la invade, ese deseo de tenerlo cerca, de tocarlo, de que la toque? Terminaría la tormenta. O no.